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Café de Chinos

“In Chinesse Coffe, [Ira Lewis] expressed the pathos, the injustice and the humanity of our world in the microcosm of this two bottomed-out artists.”

-Al Pacino-

El pasado 9 de julio, hice una publicación en este mismo espacio sobre En casa en el zoo, de Edward Albee, que se estuvo presentando en el Foro Shakespeare. Desde entonces, me quedó dando vueltas en la cabeza la influencia que la locura de la ciudad de Nueva York ejerce en esta historia y cómo el surrealismo (que solo parece posible en una ciudad así) se vuelve un personaje más de la misma.

El 4 de septiembre comenzó la temporada de una obra de teatro escrita, por la sugestión del infierno newyorkino: Café de chinos, de Ira Lewis.

Todo sucede en el departamento de uno de los personajes. Es de madrugada y Jake, el dueño de casa, se encuentra solo. De pronto llega su amigo Harry. La primera imagen que tenemos de él es de un hombre andrajoso que se queda de pie y temblando (no sabemos si de nervios o de frío) del otro lado de la puerta, como esperando algo.

Al parecer, Harry suele visitar a Jake para pedir que le devuelva dinero prestado. Así conocemos la crítica situación económica de ambos, particularmente del visitante, quien se queja constantemente de lo sofocante que es el pequeño cuarto donde vive. A pesar de ser un novelista medianamente reconocido, hace varios años que no produce.

Jake le dice a Harry que se está volviendo loco y que va a enloquecer del todo si no hace algo para ganar dinero pronto. Parecería que Jake está en una posición (al menos emocionalmente) más fuerte, hasta que Harry le pregunta si ya ha leído su nuevo manuscrito. No responde de entrada que sea una basura, pero le sugiere que se dedique a otra cosa. Harry insiste en saber exactamente qué es lo que no le gusta del libro y es ahí donde descubrimos que la historia que contiene es nada menos que la de sus propias vidas.

Las posiciones van cambiando, los discursos se dan vuelta, la idea de ganar dinero a toda costa se diluye, porque a Jake le aterra que el libro sea publicado y que Harry pueda ganar dinero a expensas de él “robándose su vida”, “gracias a su sufrimiento” por las dolorosas escenas familiares que ahora verían la luz.

Harry, que no había dejado de temblar y caminar de un lado a otro durante toda la obra, parece bajar el ritmo. Habla entonces de una espina que tiene enterrada en el pecho, esa que tenemos desde nacer y que nos dice que no importa cuánto nos esforcemos, nunca nada bueno nos va a pasar en la vida. Lo único que puede hacer la diferencia en su caso es el libro que está entre ellos pero Jake se lo quiere quitar, solo porque “tal vez está un poco celoso”.

La obra consta de una escena de aproximadamente 110 minutos. Durante todo este tiempo, los dos actores sostienen un vertiginoso diálogo que va y viene entre el argumento principal y comentarios o anécdotas de su pasado. Esto permite que el espectador se deslice en la historia para divertirse, pero al mismo tiempo reflexionar y comprender la complejidad de la situación en la que los personajes se encuentran.

El uso del espacio también ayuda a esta integración. Además de las butacas fijas, se colocan sillas en el fondo del escenario, de forma que la obra se desarrolla en una especie de pasillo en medio del público y no frente a él. Toda la escenografía y utilería está pintada de blanco y contrasta con las decadentes figuras de los personajes.

Se incluyen en los diálogos palabras y expresiones de nuestro lenguaje coloquial que quizá no estaban en el texto original, ni siquiera con términos equivalentes. Una frase puede adquirir el doble de fuerza con un acertado "no mames" o un "pendejo". Creo que es una buena (e incluso lógica) decisión del director dar este tipo de libertades a los intérpretes, sobre todo tratándose de un guión que contiene situaciones tan íntimas.

Café de chinos es una historia de soledad, de algo que alguna vez fue amistad, pero ahora no es más que una dependencia indefinible que refleja la condición humana con sus más profundos deseos, locuras, impulsos y enfermedades.

Bajo la dirección de Alejando Bichir y con las actuaciones de Bruno y Odiseo Bichir, esta obra se presenta los lunes a las 20:30 horas en el Foro Shakespeare (Zamora #7, colonia Condesa).

Texto por : Giovanna Cirianni

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