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El amor de las luciérnagas

Comenzar a escribir sobre El amor de las luciérnagas me fue difícil. No porque no supiera qué decir o porque no sintiera nada, tampoco sucedía que no hubiera entendido la obra. Simplemente sentí la situación tan cercana y me hizo reír tanto, que me costó trabajo tomar distancia para analizarla.

El amor de las Luciérnagas

Esta historia gira en torno a María, una joven dramaturga que después de terminar un tortuoso y largo noviazgo decide viajar al lugar más lejano que se le ocurre: Bergen, Noruega. Buscaba paz para escribir una obra de teatro que por fin la hiciera ganar un premio, pero lo único que encuentra son fiordos y supuesta calma que se va transformando en una soledad mortal.

Quizá esta es una de las cosas que me conectó directamente con el personaje; como escritor uno buscas paz como condición fundamental para trabajar, pero María arrastra su historia con Rómulo, el único novio que ha tenido y a quien extraña a pesar de que no siempre la hizo feliz.

María compra una máquina de escribir en un bazar y se lanza a crear, algo ebria y llena de autocompasión. En la historia que escribe, retrata su actual situación en Bergen, pero además hace aparecer mágicamente a una copia de ella, exactamente igual. La única diferencia es que no tiene defectos.

Al día siguiente, cuando esperaba en la fila del funicular para ver los famosísimos fiordos, alcanza a ver a la otra ella. La máquina de escribir estaba embrujada y volvió realidad su historia. Ahora debe llamar a su mejor amiga llamada Lola para que la ayude a perseguir a la otra María, que parece especializarse en reemplazarla con quienes más le importan: su familia y su ex novio.

Lola fue sin lugar a dudas mi personaje favorito, hay en su interpretación una mezcla de inocencia con picardía, y de pronto sorprende su lucidez ante los conflictos emocionales de la protagonista. Pero lo que más me hizo encariñarme con ella fue su lealtad y la forma en que recupera ese valor tan perdido en nuestra sociedad actual: la amistad.

La narración es interesante en varios aspectos. El papel de María no es interpretado por una sola actriz, sino por tres, que además están en escena todo el tiempo. Cada una representa un aspecto de la personalidad de la protagonista y cumple un papel esencial en el otro aspecto peculiar de la narración; el presente y el pasado se entrelazan para explicar las diferentes actitudes y preocupaciones que asaltan a María. Durante estos flashbacks María es representada por la versión de ella misma que mejor se adecúe al momento y a la situación.

Además de la representación de las escenas de la vida de María, las tres actrices se van turnando la narración de las mismas. Considero que dichas narraciones eran pronunciadas demasiado rápido, al punto de que por momentos, entendía lo que estaba pasando más por ciertos gestos de los intérpretes que por el texto en sí. Desarrollé algunas teorías arbitrarias sobre la razón de la velocidad en las palabras, pero concluí que en cualquier caso, demerita en gran parte la apreciación de la obra por parte del público.

El amor de las luciérnagas ganó el Premio Bellas Artes de Literatura en 2011, y está celebrando sus cinco años con una temporada en el Teatro Rafael Solana hasta el 30 de agosto de 2017. Se presenta los miércoles a las 20:30 y la entrada general es de $250. La dirección es de Alejandro Ricaño y el elenco está compuesto por Sonia Franco, Ana Zavala, Sofía Sylwin, Sara Pinet, Hamlet Ramírez, Pablo Marín, Miguel Romero y Luis Eduardo Yee.

Dicen que es difícil hacer comedia, pero escribir fielmente sobre comedia es casi imposible. La única forma de descubrir esta maravillosa puesta en escena es presenciándola.

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